(Mi PETiT) HOMENAJE:
TiBURÓN CUMPLE 40 MORDiSCOS
(Mi PETiT) HOMENAJE:
TiBURÓN CUMPLE 40 MORDiSCOS
Bañarse en el mar ya nunca sería lo mismo. Desde su estreno el 20 de junio de 1975, los compases de la aterradora banda sonora de John Williams acompañan al imaginario colectivo mientras recuerda, incluso, visualiza, a una atractiva joven bañándose desnuda de noche, en un mar en calma hasta que es devorada por enormes mandíbulas, que cambiaron el curso del cine. Cuarenta años después, el “Tiburón” de un Steven Spielberg de 26 años (retratado aquí a la derecha), que solo había hecho dos road movies delirantes (“El diablo sobre ruedas”, en 1971, y “Loca Evasión”, en 1974), sigue siendo una de las películas de terror más emblemáticas de todos los tiempos. (Petit) homenaje al reestreno más esperado del verano…
Inspirada en un hecho real, la novela que Peter Benchley (retratado aquí a la izquierda) tardó diez años en escribir, conoció un éxito sin precedentes, nada más salir a la venta en 1974. Los productores Richard Zanuck y David Brown no tardaron en comprarle los derechos por 175.000 dólares; y empezaron a buscar a un director especializado en cintas sobre fugas o dramas carcelarios, para darle un tono muy oscuro a la historia de un pueblo presa de una bestia asesina. El nombre de John Sturges, director de “La gran evasión” (1963), estuvo sobre la mesa, pero Spielberg fue tan insistente que, al fin, no solo lo logró, sino que consiguió imponer sus condiciones.
Para empezar, exigió que se reescribiera el guión. Primero, contactó con el veterano John Byrum, que huyó despavorido al ver a aquel “niñato” detrás de la cámara; luego, con Howard Saclker, que aceptó hacerlo si no constaba en los créditos; más adelante, habló con el cómico Carl Gottlieb a quién le pidió literalmente que “destripara” aquel borrador con el fin de hacer a sus personajes más humanos y menos tétricos; hasta que al final el propio escritor, Peter Benchley, decidiera (re)tomar las riendas para transformar su novela de misterio en una película de terror. ¿El resultado? Aunque la cinta parece proponer una doble reflexión sobre cómo el hombre está a merced, por un lado, de la Naturaleza, y por el otro, de los intereses económicos de políticos corruptos, Spielberg siempre juró y perjuró que su película tenía una única pretensión: dar miedo.
La cinta cuenta la historia de un pequeño pueblo costero, llamado Amity Island (Nueva Inglaterra), donde empiezan a sucederse una serie de muertes misteriosas de jóvenes bañistas; pero no se tarda en descubrir que el causante es un enorme tiburón tigre. Mientras las autoridades municipales quieren evitar a toda costa que la temporada veraniega se vea perjudicada por la cruel amenaza, el jefe de policía hará lo imposible por capturar a la bestia antes de que se siga cobrando más víctimas aunque el bolsillo de todos se vea perjudicado. El jefe Brody (interpretado por Roy Scheider) contará con la ayuda de dos colaboradores, un joven biólogo marino (Richard Dreyfuss) y un viejo y perturbado lobo de mar (Robert Shaw).
El rodaje (caro, largo y frustrante) fue también una historia de terror en sí misma. Primero porque Spielberg se negó a rodarla en estudios. Entonces, un equipo de 200 personas estuvo durante veinte semanas (en lugar de las 9 previstas) en Martha’s Vineyard (una islita del estado de Massachusetts, al norte de Long Island), para reflejar la verdadera premisa con que el director quería realizar la historia: “una lucha contra los elementos”. A veces, después de doce horas grabando, solo servía un plano; casi todos los miembros del equipo enfermaron y/o tuvieron hipotermia; muchos se despidieron, y hasta el propio Spielberg estuvo a punto de abandonar. Costó diez millones de dólares, es decir, tres veces más de lo presupuestado.
Segundo, porque los actores contratados no creían en el proyecto, y apenas diez días antes de que comenzaran a rodar el 02 de mayo de 1974, aún faltaban dos de ellos. Tras la negativa de Lee Marvin se contrató a Robert Shaw, villano de películas de Bond y de “El golpe”, que con su aspecto de alcohólico desaliñado resultó perfecto en el papel de una especie de Capitán Ahab, que quiere matar a la bestia como algo personal. Por su parte, Spielberg había rechazado al mismísimo Charlton Heston para hacer de jefe Brody y a Robert Duvall que quería hacer del borracho Quint, porque el joven director quería a actores menos portentosos y conocidos para que el verdadero protagonista fuera el tiburón.
Tercero, porque el coste de los efectos especiales se disparó. Se construyeron tres réplicas mecánicas de tiburones a tamaño real, que se rompieron a los pocos días de empezar a trabajar, lo que provocó que Spielberg ejecutase un “plan B” sobre la marcha: el tiburón no saldría en pantalla hasta la segunda mitad de la película, aumentando así el suspense al más puro estilo hitchcockiano. Contra todo pronóstico, su improvisada decisión “aumentó en 175 millones de dólares la recaudación de taquilla”, según Spielberg.
Y cuarto, porque el guión se iba reescribiendo casi a diario, de modo que los actores no sabían qué iba a ser de sus personajes, algo que sin duda contribuyó a su estado de ensimismamiento constante; y potenció la capacidad de improvisación de algunos de ellos durante algunas escenas que estaban planificadas pero no escritas, como por ejemplo en la del jefe Brody que ve por fin al tiburón, y sentenció: “Necesitamos un barco más grande”, considerada hoy en día como una de las 50 mejores frases de la historia del cine.
Pero, a pesar de todas las pegas económicas, de la inexperiencia del director y de los caprichos de la madre naturaleza, el éxito de la película fue arrollador. Esa lucha encarnecida del hombre corriente contra la bestia, y su afán por sobrevivir y combatir los intereses de hombres malvados en aras del indefenso (americano) de clase media tocó el corazón no solo de Estados Unidos sino del mundo entero.
PD (nº1) postproducion: Con el tiempo, Spielberg confesaría que, después de acabar el montaje de la película y hasta su estreno varios meses después, tuvo estrés, palpitaciones y un acceso terrible de falta de confianza. De repente, según declaró en infinidad de ocasiones, las risas y mofas, que había provocado en innumerables personas de su equipo, le empezaron a pasar factura. Todo el proyecto le pareció absurdo, desde la música de John Williams (que ganaría el Oscar) hasta la maqueta final del tiburón pasando por la publicidad, que vió estúpida y pueril.
PD (nº2) taquillera: La cinta recaudó 470 millones de dólares en todo el mundo, y supuso la catapulta definitiva de Spielberg como el verdadero y único Rey Midas de Hollywood que, a partir de entonces, gozó de una libertad total como creador ya que todo lo que realizaba se convertía en oro. “Tiburón” sigue siendo, ajustado a la inflación, la séptima película más taquillera de todos los tiempos.
PD (nº3) postiburón: Según el propio Spielberg, su cine habla de sus miedos de la infancia, y es su forma de interpretar y dar forma a esas pesadillas lo que le ha convertido en el mejor y más grande director del cine moderno gracia a “E.T., el ExtraTerrestre” (1982), “Indiana Jones” (1981, 1984, 1989, 2008), “Hook” (1991), “Jurasic Park” (1993), “La lista de Schindler” (1993) y “Salvar al Soldado Ryan” (1998), en las que habla del miedo a crecer, de la sinrazón de la guerra, del niño aventurero que lleva dentro y de su respeto a la naturaleza…
(De Belén E., el 20 de junio de 2015)
Referencias útiles:
De momento, el reestreno de “Tiburón”, para celebrar su 40º aniversario, tendrá lugar los próximos 21 y 24 de junio de 2015, en 500 salas de Estados Unidos. Esperemos que tomen ejemplo las salas españolas…
Para seguir los inquietantes pasos de JAWS, conéctate a su Facebook.
PD (nº4): Ilustración by Tutticonfetti (también en Facebook y Twitter).
[Volver a Mi Petit Filmoteca, Verano, Callejero o Blogosfera]
Bañarse en el mar ya nunca sería lo mismo. Desde su estreno el 20 de junio de 1975, los compases de la aterradora banda sonora de John Williams acompañan al imaginario colectivo mientras recuerda, incluso, visualiza, a una atractiva joven bañándose desnuda de noche, en un mar en calma hasta que es devorada por enormes mandíbulas, que cambiaron el curso del cine. Cuarenta años después, el “Tiburón” de un Steven Spielberg de 26 años (retratado aquí a la derecha), que solo había hecho dos road movies delirantes (“El diablo sobre ruedas”, en 1971, y “Loca Evasión”, en 1974), sigue siendo una de las películas de terror más emblemáticas de todos los tiempos. (Petit) homenaje al reestreno más esperado del verano…
Inspirada en un hecho real, la novela que Peter Benchley (retratado aquí a la izquierda) tardó diez años en escribir, conoció un éxito sin precedentes, nada más salir a la venta en 1974. Los productores Richard Zanuck y David Brown no tardaron en comprarle los derechos por 175.000 dólares; y empezaron a buscar a un director especializado en cintas sobre fugas o dramas carcelarios, para darle un tono muy oscuro a la historia de un pueblo presa de una bestia asesina. El nombre de John Sturges, director de “La gran evasión” (1963), estuvo sobre la mesa, pero Spielberg fue tan insistente que, al fin, no solo lo logró, sino que consiguió imponer sus condiciones.
Para empezar, exigió que se reescribiera el guión. Primero, contactó con el veterano John Byrum, que huyó despavorido al ver a aquel “niñato” detrás de la cámara; luego, con Howard Saclker, que aceptó hacerlo si no constaba en los créditos; más adelante, habló con el cómico Carl Gottlieb a quién le pidió literalmente que “destripara” aquel borrador con el fin de hacer a sus personajes más humanos y menos tétricos; hasta que al final el propio escritor, Peter Benchley, decidiera (re)tomar las riendas para transformar su novela de misterio en una película de terror. ¿El resultado? Aunque la cinta parece proponer una doble reflexión sobre cómo el hombre está a merced, por un lado, de la Naturaleza, y por el otro, de los intereses económicos de políticos corruptos, Spielberg siempre juró y perjuró que su película tenía una única pretensión: dar miedo.
La cinta cuenta la historia de un pequeño pueblo costero, llamado Amity Island (Nueva Inglaterra), donde empiezan a sucederse una serie de muertes misteriosas de jóvenes bañistas; pero no se tarda en descubrir que el causante es un enorme tiburón tigre. Mientras las autoridades municipales quieren evitar a toda costa que la temporada veraniega se vea perjudicada por la cruel amenaza, el jefe de policía hará lo imposible por capturar a la bestia antes de que se siga cobrando más víctimas aunque el bolsillo de todos se vea perjudicado. El jefe Brody (interpretado por Roy Scheider) contará con la ayuda de dos colaboradores, un joven biólogo marino (Richard Dreyfuss) y un viejo y perturbado lobo de mar (Robert Shaw).
El rodaje (caro, largo y frustrante) fue también una historia de terror en sí misma. Primero porque Spielberg se negó a rodarla en estudios. Entonces, un equipo de 200 personas estuvo durante veinte semanas (en lugar de las 9 previstas) en Martha’s Vineyard (una islita del estado de Massachusetts, al norte de Long Island), para reflejar la verdadera premisa con que el director quería realizar la historia: “una lucha contra los elementos”. A veces, después de doce horas grabando, solo servía un plano; casi todos los miembros del equipo enfermaron y/o tuvieron hipotermia; muchos se despidieron, y hasta el propio Spielberg estuvo a punto de abandonar. Costó diez millones de dólares, es decir, tres veces más de lo presupuestado.
Segundo, porque los actores contratados no creían en el proyecto, y apenas diez días antes de que comenzaran a rodar el 02 de mayo de 1974, aún faltaban dos de ellos. Tras la negativa de Lee Marvin se contrató a Robert Shaw, villano de películas de Bond y de “El golpe”, que con su aspecto de alcohólico desaliñado resultó perfecto en el papel de una especie de Capitán Ahab, que quiere matar a la bestia como algo personal. Por su parte, Spielberg había rechazado al mismísimo Charlton Heston para hacer de jefe Brody y a Robert Duvall que quería hacer del borracho Quint, porque el joven director quería a actores menos portentosos y conocidos para que el verdadero protagonista fuera el tiburón.
Tercero, porque el coste de los efectos especiales se disparó. Se construyeron tres réplicas mecánicas de tiburones a tamaño real, que se rompieron a los pocos días de empezar a trabajar, lo que provocó que Spielberg ejecutase un “plan B” sobre la marcha: el tiburón no saldría en pantalla hasta la segunda mitad de la película, aumentando así el suspense al más puro estilo hitchcockiano. Contra todo pronóstico, su improvisada decisión “aumentó en 175 millones de dólares la recaudación de taquilla”, según Spielberg.
Y cuarto, porque el guión se iba reescribiendo casi a diario, de modo que los actores no sabían qué iba a ser de sus personajes, algo que sin duda contribuyó a su estado de ensimismamiento constante; y potenció la capacidad de improvisación de algunos de ellos durante algunas escenas que estaban planificadas pero no escritas, como por ejemplo en la del jefe Brody que ve por fin al tiburón, y sentenció: “Necesitamos un barco más grande”, considerada hoy en día como una de las 50 mejores frases de la historia del cine.
Pero, a pesar de todas las pegas económicas, de la inexperiencia del director y de los caprichos de la madre naturaleza, el éxito de la película fue arrollador. Esa lucha encarnecida del hombre corriente contra la bestia, y su afán por sobrevivir y combatir los intereses de hombres malvados en aras del indefenso (americano) de clase media tocó el corazón no solo de Estados Unidos sino del mundo entero.
PD (nº1) postproducion: Con el tiempo, Spielberg confesaría que, después de acabar el montaje de la película y hasta su estreno varios meses después, tuvo estrés, palpitaciones y un acceso terrible de falta de confianza. De repente, según declaró en infinidad de ocasiones, las risas y mofas, que había provocado en innumerables personas de su equipo, le empezaron a pasar factura. Todo el proyecto le pareció absurdo, desde la música de John Williams (que ganaría el Oscar) hasta la maqueta final del tiburón pasando por la publicidad, que vió estúpida y pueril.
PD (nº2) taquillera: La cinta recaudó 470 millones de dólares en todo el mundo, y supuso la catapulta definitiva de Spielberg como el verdadero y único Rey Midas de Hollywood que, a partir de entonces, gozó de una libertad total como creador ya que todo lo que realizaba se convertía en oro. “Tiburón” sigue siendo, ajustado a la inflación, la séptima película más taquillera de todos los tiempos.
PD (nº3) postiburón: Según el propio Spielberg, su cine habla de sus miedos de la infancia, y es su forma de interpretar y dar forma a esas pesadillas lo que le ha convertido en el mejor y más grande director del cine moderno gracia a “E.T., el ExtraTerrestre” (1982), “Indiana Jones” (1981, 1984, 1989, 2008), “Hook” (1991), “Jurasic Park” (1993), “La lista de Schindler” (1993) y “Salvar al Soldado Ryan” (1998), en las que habla del miedo a crecer, de la sinrazón de la guerra, del niño aventurero que lleva dentro y de su respeto a la naturaleza…
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